A veces uno se pierde. No físicamente, en la selva, en la carretera, en los pasillos de un moderno edificio o en los Alpes alemanes en plena noche.
A veces uno lleva tiempo andando en la vida y de repente un día levanta la cabeza y se da cuenta de que se ha perdido. Que todo aquello a lo que se asía, lo mantenía a flote, parece que ha perdido todo sentido y ahora es lastre, ancla. Que uno no sabe dónde está, qué quiere, a dónde va. Quién es quién y qué es qué. Perdido. Completamente perdido.
Sin saber dónde ir, qué hacer. Varado en Isla Tortuga a la espera de una señal.