Ayer estuve con él en Valencia. Y no digo viéndolo, porque no sería cierto con Andrés. Cuando vas a un concierto suyo, vas a estar con él. Te recibe como un viejo amigo, te abre su casa, te saca una cerveza y se pone a cantar contigo.
Todo empezó por la tarde, antes del concierto. Mientras daba una vuelta por el puro centro de Valencia, en una callejuela me lo encuentro de pie, con la guitarra apoyada en la pared, y nos quedamos mirándonos. Y el tío me dice: Hola Rafa, te he conocido por la foto del twitter. ¡No nos habíamos visto nunca, no habíamos hablado! Me quedé de piedra. Incluso me emocioné, yo, que he visto rayos C resplandeciendo más allá de la puerta de Tanhausser. Cruzamos cuatro frases, y nos despedimos. (Nunca pido autógrafos a la gente famosa, ni le pido hacerme fotos cuando vamos por la calle, ni los saludo siquiera porque en realidad ellos no me conocen, y supongo que tienen vida y quieren vivirla y todo eso).
La impresión que tenía de él sin conocerlo personalmente se reafirmó: es una persona maravillosa, sincera, franca, noble, cercana, humilde, que está acercándose a su sueño casi sin creérselo, con su esfuerzo, su buen hacer, su simpatía, y lo comparte con aquel que se acerca a escucharlo, que trata a todos por igual independientemente del lado del escenario en que se encuentren. Esa persona con la que te irías por Santiago de copas toda la noche como si lo conocieras toda la vida, porque él es así. Hay por ahí un vídeo, con Rafa Pons, en el que dicen que son amigos porque sí, porque lo decidieron. Eso es lo que siente cualquiera cuando habla con él. Un amigo de toda la vida. Impresionante.
Luego fui al concierto. Allí, en primera fila, como un quinceañero. Y el hombre salió al miniescenario, se sorprendió, saludo a todo el que conocía y se puso a cantar.
La palabra es comunión. Comunión con su público, con su gente. Como él dice, hacemos de su pasión su trabajo, y se nota. Se come el escenario, su mundo es un bar y el público a dos palmos. Veinte años de tablas con su guitarra como única defensa ante el mundo, canciones que salen del corazón para llegar a los nuestros. Amor y desamor y sufrimiento y vida contada por alguien al que parece que conoces de toda la vida, un corazón tendido al sol. Fue algo impresionante, la manera que tiene de conectar, de transmitir. La ilusión con la que sale y canta y te hace sentir parte del espectáculo. Pero no, no es un espectáculo: es una reunión de amigos a cantar, casi podíamos subir al escenario y cantar con él.
Y luego, después del breve concierto, en el que cantamos, reímos y, a veces, casi lloramos, con todo ese volcán de sentimientos en el escenario, se despidió de todos uno por uno. Ofreciendo abrazos, manos, besos y firmas, a quien quisiera comprar el disco, que no era obligatorio, así lo dijo, pero nos dio las gracias uno a uno a todos los que nos quedamos allí. Porque aquello no fue un concierto ni una promoción de disco, fue una reunión de amigos que se juntaron para cantar.
Ayer fue algo impresionante. En fin, Andrés, que aquí tienes un amigo. Ya sé que no debo, pero muchas gracias, Andrés.