Días que no volverán

en

Sigo buscando una salida a esto. Estoy metiéndome el vena (ya van demasiadas) «El alquimista«, que se empeña en animarme a que persiga mis sueños, a que siempre hay tiempo para escapar, para cambiar. En que los sueños, si los persigues, se cumplen. A veces necesitas oír lo que quieres oír.

Pero todo se aleja, hasta yo mismo me alejo. Tengo un par certezas, que el tiempo se encargará de comprobar. Unas certezas que escribiré en un papel y enterraré, y sacaré dentro de una año o dos, y veré con tristeza que se han cumplido. Malas vibraciones que no sólo me afectan a mí. Malas vibraciones de que dentro de un año o dos todo se vendrá abajo como un castillo de naipes y habrá que levantarlo de nuevo. Sólo veo dolor, este es mi sino.

Me estoy empezando a resignar. Estoy empezando a refugiarme, a limpiar y ordenar recuerdos, a llorar por dentro de autocompasión (mala solución), a esperar que todo salga como espero, que se cumplan mis negros presagios (se puede confiar en las malas personas: nunca te fallan) y a ver si me curo o no. A ver si decido cuál es mi dirección, cuál es mi ilusión, cuál es mi sueño. A ver si se me pasa o me aclaro, a ver si todos encontramos nuestro sitio poco a poco. A llorar en soledad mientras encuentro la salida, la respuesta, o me conformo con andar perdido.

Me queda una travesía en el desierto, una catársis, una limpieza del alma en soledad, un llanto desconsolado, descompasado. La cabeza se está ocupando de todo, y nunca he fracasado en lo que me he propuesto. Al final «El alquimista» va a tener razón.

Voy a cuidar la esperanza. La tengo muy abandonada últimamente.

«Cuando una persona desea realmente algo, el Universo entero conspira para que pueda realizar su sueño. Basta con aprender a escuchar los dictados del corazón y a descifrar un lenguaje que está más allá de las palabras, el que muestra aquello que los ojos no pueden ver.»

Días que no volverán, Antonio Vega
Podría perderme solo en Venecia