Cuentos inconclusos

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Estoy escribiendo poco en mi blog estos días. Esta válvula de escape de mi vida interior, de mi vida personal. Una vida personal que se ha quedado vacía, agónica. Por eso no escribo nada: cada vez queda menos de escribir acerca de mí.

Resulta curiosa la historia de este blog. Nació marcado por el signo de una persona que apareció por mi vida allá en 1997. Hay errores que no terminamos de pagarlos nunca. Así que este blog se cerró y renació por ella, porque creía que había podido enterrar todos mis muertos y seguir adelante. Aunque no fue así, y todo siguió los dictámenes del corazón desbocado.

Han sido unos años maravillosos, marcados por la esperanza, la decepción, los sueños.

Ahora estamos en otro punto de inflexión. Otro punto de esos en los que uno cerraría el blog, quemaría los barcos y se internaría en la selva para no volver nunca jamás. Aunque no lo haré.

En estos momentos sólo quedan dos posibilidades razonables: huir a sangre y fuego en pos de tu esperanza, o quedarte, resignarte y seguir haciendo lo que hay que hacer, cumpliendo con tu obligación, con tus compromisos,  sabiendo que la esperanza quedará reducida a un tenue hilillo de agua que no sacia la sed.

Haremos esto último. Si hubiera un color más oscuro que el negro, hoy el blog estaría pintado de ese color.