Han sido días duros. Si tuviera que definirlos, sería decepción y traición. Aunque lo peor de todo es es desahucio, la pérdida de toda esperanza. El saber que desaparece un sueño, una ilusión. Y lo sabía todo desde el principio, sabía que iba a acabar mal, mal para mí, que era el que tenía tanto que perder.
Decepción. Días de ver «Beautiful Girls», «La princesa prometida», café y Lagavulin en soledad. Para intentar cerrar heridas, para recordar lo que puedo haber sido y no fue. Para llorar en soledad.
Yo la habría adorado, la habría hecho feliz, habría acabado con sus problemas, la habría tratado bien, habría sido bueno para los dos, habría sido bonito. ¡Qué lástima!
Pero las cosas no son fáciles, ni somos valientes ni tenemos la solución. Somos egoístas, y es más fácil cerrar los ojos y perdonar y causar dolor, no ser justos ni valientes ni nada.
Ahora me quedo más vacío, más roto, sin esperanza alguna. A la búsqueda de la felicidad. Con el corazón desfallecido y la decepción a flor de piel, rodeándome por todos lados. Nadie me valoró, nadie pensó en mí, en él. En ella.
Cerraremos filas, cerraremos heridas. Cuidaremos la mistad como quien cuida el fuego a toda costa. Repararemos algunas averías y buscaremos redención, perdón, cariño, felicidad, ilusión… sentado a las puertas de tu corazón.
Se han acabado muchas, demasiadas cosas. Hay que empezar de cero, hay que levantarse y andar. Para mí nunca hay segunda oportunidad. Ni siquiera primera: siempre pago todo al contado.
Seguiremos buscando la felicidad, seguiremos en la brecha.