Hoy estoy borde

en

Soy una de las personas más contradictorias de este triste planeta que ansía encontrar vida inteligente en el Universo. Soy un enemigo de los ecologistas, y el amante más acérrimo de la naturaleza. Pero a la antigua usanza: amar a la naturaleza al estilo siglo XIX, quizá principios del XX. Como lo hacía Darwin y aquellos naturalistas osados, en perfcta comunión con ella, luchando o amando a brazo partido. Nada que ver con los ecologistas actuales, de TDT, bienestar, sofá y naturaleza de manual. A ellos me gustaría verlos viviendo en el campo. De verdad. Yo me vanaglorio, no sé si fatuamente, de no haber perdido el norte en esa guerra, quizá por haber vivido en el campo de verdad, quizá por ver la realidad todos los días.

Así que ahora, cuando he visto a esa pobre gente a la que se habían inundado las casas por culpa de una carretera con vías de aguas mal hechas, me acordé de todo esto. Me acordé que a la naturaleza hay que cuidarla y defenderla. Pero no hay que domesticarla: no se puede. Veo ramblas y ríos casi secos con cauces enormes que parecen ahora sin sentido. Pero si fueron grandes, será por algo. La naturaleza reclama, de vez en cuando, sus derechos. Y da igual que encaucemos ríos, ramblas, con ingenieros y políticos jurando por activa y por pasiva que todo está bajo control. Espero no morirme sin ver en mi pueblo cómo la rambla Capuchinos ejerce su derecho.