Con esta inefable tristeza, casi melancolía, que a días uno lleva mejor y a días peor. Con la certeza de haberse equivocado una y mil veces, con la desesperanza de no encontrar camino de regreso, de no encontrar un resquicio donde asegurar los dedos y evitar la caída al abismo insondable, rodeado de relojes y espátulas enmohecidas. Arrinconado en la trinchera, aguantando uno tras otro los envites sin inmutarse, sin compasión, desahuciado. Esperando encontrar un rastro de migas de pan, cuatro sueños, o simplemente la oscuridad que todo lo esconde.
Si tan sólo, si pudiera, de haberlo sabido…
Antes de marchar, Rebeca Jiménez