Formateo

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Comienza el curso. Como todo lo que este país lame, la sórdida maquinaria apenas si responde en el primer día de trabajo, haciéndome renegar una vez más, y van mil, de esta desgraciada tierra en la que vivo.

Por lo demás, todo sigue igual. desencantado, hastiado, amargado. Con ese cosquilleo en la nuca y el reuma que se resiente, avisando de la tormenta. Heridas de soldado viejo que avisan de la que se avecina, no por esperada menos temible. Ya os contaré, pero llevo ya dos años cavando trincheras y refugios y parapetos y minas y contraminas y casamatas y salidas de emergencia. Algún día esto explotará y quiero vender caro mi pellejo.

Ya decía en mi anterior entrada que a la hora de la verdad olvido los temas que en mi mente he bordado con anterioridad. Si no me sale mal, hablaré de clases de hombres, y hablaré de lo viejo que cada vez más me siento. Pero hoy voy a hablar de formateo. De resetear mi vida.

Un par de palabras de jerga informática: formateo y resetear. Significa algo así como volver a las condiciones iniciales, reiniciar la partida partiendo de cero. Volver al principio, como sugería Vizzini en La princesa prometida. A mí me gusta más el símil de arar el barbecho o el campo para plantar la nueva cosecha.

Todo ha aflorado en mi mente a raíz de que mi ordenador portátil lleva ya 4 ó 5 años almacenando información, basura prescindible al fin y al cabo. Siempre renuente a borrar nada con ese ilusorio respaldo para por si acaso. El ordenador ya agoniza, renquea, y tengo que formatearlo.

En cierto modo eso significa formatear mi vida. Hacer copias de seguridad de 5 años de vida pasados, a sabiendas que, cuando pretnedamos recuperarlo ya será todo imposible. Acumular recuerdos en un desván húmdo, insalubre y repleto de ratas que devorarán los recuerdos. Pero olvidamos esa certeza y nos confiamos falazmente en que, si alguna vez lo necesitamos estará allí. Acallamos la conciencia y hacemos sitio a la nueva vida que viene, a costa del pasado que ya no volvió.

A veces me apetece formatear mi vida. Pero hay recuerdos imborrables, y no felizmente imborrables. Recuerdos que se hundirán conmigo en el abismo, que me arrastrarán al abismo. Pero aun así me apetece de vez en cuando formatearme.