Vergonzoso

en

Ayer no escribí nada, creo que porque no se me ocurría y no estaba en condiciones. Pero hoy sí, y no hay nada como encender la tele para que empieces a echar espuma por la boca y a buscar la Sarrasqueta para meterle 4 postas a más de uno.

Lo primero ha sido Trafalgar. Los hijos de la Gran Bretaña han organizado una fiesta por todo lo grande para conmemorar esa batalla. Ahí perdimos, y leyendo a Pérez Galdós y a Reverte, que no he leído más, nos la jugaron bien jugada. Los franceses, por un lado, hijos de puta hasta la médula, y los españoles por otro, sin cojones para plantarse y hacer las cosas bien.

Pero lo que más duele es que Inglaterra recuerde con orgullo sus gestas, masacres e iniquidades cuando le salieron bien, como patrimonio nacional. Trafalgar tiene una plaza, un bicentenario y Nelson es un héroe nacional. Héroe al que un español anónimo le arreó un tiro desde la cofa y le dio boleto para el otro barrio.

Pero España, esa palabra que ahora duele tanto pero que, por mucho que se empeñen en negarlo, ha jugado a los bolos con las cetros de toda Europa, ha tenido al mundo agarrado por los cojones durante mucho tiempo y, a veces no me explico por qué, ha sido uno de los pocos imperios que en el mundo han sido; España no recuerda nada su pasado, no sé si manipulados por políticos que merecen el paredón o por esa incultura cerval que los propios políticos han grabado en nuestras circunvoluciones y la han recubierto de una pátina de solidaridad, progresismo y corrección política.

Aquí no hay centenarios de todo aquello por lo que nuestros antepasados, sin distinción de lugar de nacimiento, derramaron su sangre y le echaron cojones. Porque les apetecía o porque no les quedó más remedio, creo que esto último lo más usual. En esta España desgraciada por políticos y gobernantes incultos, corruptos y sivergüenzas, a la triste y fiel infantería sólo le ha quedado huir hacia delante, pelear por el rey o lo república o la patria o, en última instancia, y común a todos ellos, por defender el pellejo y venderlo de la manera más cara y dolorosa, que es lo único que le queda a la gente del alambre.

Duele que todo un país no sólo niegue, sino que se avergüence de su historia y la oculte, simplemente por la manipulación de unos políticos mermados y sin escrúpulos cuyo único objetivo es seguir amorrados a la teta de la vaca al precio que sea, vendiendo hasta a su propia madre.

Al viernes más, que lo de los nacionalistas gallegos me ha hecho afilar los colmillos…